El licenciado en psicología, Federico Nuñez, reflexiona acerca del rol trascendente que tienen los profesionales de la salud ante el avance del COVID-19.
Como capacitador he tenido el placer de trabajar, formar y reflexionar junto a grandes profesionales de la salud. Cuando se tiene el gusto de trabajar con quienes cuentan con este nivel de calidad humana se terminan las jornadas de capacitaciones pensando si fue más lo que uno pudo transmitir y enseñar o si fue uno quien más reflexionó y aprendió.
En varias oportunidades fui testigo de la pasión y la vocación con la cual los profesionales de la salud atienden a sus pacientes. Muchas veces, destinan mayor dedicación a cuidar la salud de sus pacientes que la suya propia. Es que la vocación de ayudar al otro los atraviesa.
Recientemente un médico me contó cómo transcurría un día de su trabajo en la actualidad. Su teléfono no paraba de sonar -por un llamado, por un mensaje-, sin ningún tipo de restricción horaria.
En su lugar de trabajo, a las patologías que habitualmente atendía, se agregó la irrupción vertiginosa del COVID-19. En ese contexto me explicaba que no suele contar con todos los medios de asepsia y recursos necesarios para poder mantenerse suficientemente a resguardo.
A su vez, el nivel de consulta y la preocupación de los pacientes y sus familiares han aumentado significativamente, en muchos casos acompañados por un nivel de excitación y preocupación extrema. Al regresar a su casa, y con el teléfono en constante actividad, encuentra a sus pequeñas hijas quienes se abalanzan sobre él para darle un gran abrazo. Y aunque se moría de amor por acercarse a ellas, debió alejarse rápidamente para dirigirse al baño y tomar las medidas necesarias para preservar a su familia.
Su nivel de estrés laboral se ha elevado significativamente, la demanda es prácticamente incesante y su espacio personal se ve claramente afectado ante este escenario profundamente dinámico.
Sé que es difícil, sé que seguramente hoy no podrán verlo y hasta puedan tomar mis palabras como algo poéticas, pero quiero resaltar que frente a estas enormes dificultades que presenta hoy nuestro contexto, son ustedes quienes ponen sus cuerpos, arriesgan su salud y se comprometen éticamente en esta lucha contra el coronavirus. El costo que están pagando es altísimo y muchos somos conscientes de ello, aunque frecuentemente las autoridades no lo reconozcan como es debido.
Están viviendo un capítulo complejo de esta historia y la vorágine actual no permite pensar en un mañana una vez atravesada la pandemia. Pero cuando esto pase y podamos mirar hacia atrás veremos las marcas de este gran esfuerzo.
Se puede transitar la vida sin pena ni gloria, casi indiferentes y también se puede hacer algo con un alto compromiso. En eso ustedes están trascendiendo, y pasado un tiempo podrán decir “yo estuve ahí, asumí mi responsabilidad frente a la pandemia”.
Hay pocas cosas tan valiosas y profundas como saber que hemos hecho algo significativo en nuestras vidas, realizando acciones concretas y dando pasos que dejan huellas. Seremos nosotros, pacientes, familiares, amigos, hijos y nietos, la sociedad misma, quienes con admiración y emoción comprenderemos el valor de tan valiente y altruista tarea.
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