El cambio climático provoca consecuencias en múltiples niveles de la vida de las personas y, especialmente, en la salud. Para obtener más información sobre esta estrecha vinculación, Océano Medicina dialogó con Andrea Hurtado Epstein, gerenta del programa de cambio climático para América Latina de la organización "Salud sin daño".
Se entiende por cambio climático a la modificación del historial climático que ha tenido lugar tanto en la región como a nivel global. Generalmente, se trata de cambios de orden natural, pero en la actualidad se los encuentra asociados con el impacto de la actividad humana sobre el planeta.
El cambio climático provoca consecuencias en múltiples niveles de la vida de las personas y, especialmente, en la salud. Por ejemplo, modifica la distribución de ciertos vectores de enfermedades infecciosas y la estacionalidad de algunos pólenes alergénicos. Además, incrementa el número de muertes relacionadas con las olas de calor, sequías e inundaciones.
Para obtener más información sobre esta estrecha vinculación entre salud y cambio climático, Océano Medicina dialogó con Andrea Hurtado Epstein, gerenta del programa de cambio climático para América Latina de “Salud sin daño”.
Esta organización de la sociedad civil viene trabajando desde hace 25 años con el sector de la salud. La finalidad es que este pueda reducir su huella ambiental y se sume al movimiento global por la salud ambiental y humana.
“En ese sentido hemos trabajado alrededor de una agenda, la agenda global para hospitales verdes y saludables, para la cual es transversal la cuestión del cambio climático. Trabajamos con distintos gobiernos nacionales para que puedan impulsar políticas, dentro del sector de la salud, tanto de adaptación como de mitigación. Lo estamos haciendo, por ejemplo, con el gobierno de Chile, que se ha convertido en el primer país en hacer una estimación de la huella de carbono de la red asistencial de sus 29 servicios públicos de salud”, detalla Epstein.
La institución también trabaja con los gobiernos de Perú, México y Colombia. El objetivo es que puedan proporcionar a sus centros de salud herramientas que les permitan identificar cómo se compone su huella de carbono y realizar acciones tendientes a reducirla.
Para ello la organización desarrolló una calculadora de gases de efecto invernadero que fue diseñada específicamente para el sector de la salud. Esta plataforma toma en cuenta, entre otras variables, el impacto de ciertos gases utilizados en el ámbito hospitalario, como los anestésicos y los de inhaladores, que emplean gases de efecto invernadero.
-Las comunidades son vulnerables al cambio climático. Y el nivel de vulnerabilidad será diferente dependiendo del lugar donde residan y las condiciones sociales en las que se encuentran. Entre las consecuencias a corto plazo se pueden mencionar lesiones e, incluso, pérdidas humanas por eventos climáticos extremos. Y, en el mediano y largo plazo, la exposición a enfermedades sensibles al clima, especialmente, aquellas transmitidas por vectores que, por aumento de la temperatura promedio, comienzan a tener un área de distribución mayor y se presentan en latitudes donde anteriormente no existían. En América Latina tenemos muchas de estas enfermedades transmitidas por vectores: zika, dengue y chukungunya, por ejemplo.
-Evidentemente, aumenta la demanda y esto pone presión sobre sistemas de salud de por sí abrumados antes de la pandemia. Están al límite de su capacidad, después de dos años de respuesta ante la COVID-19. Por otro lado, el personal y las operaciones del sector de la salud también son vulnerables a los impactos del cambio climático. Vemos que en muchos países del mundo, y por supuesto América Latina no es excepción, se pueden observar los efectos del cambio climático, sobre todo de los eventos climáticos extremos, que provocan disrupciones sobre la cadena de suministro de los establecimientos de salud. Un ejemplo es la interrupción en la distribución de la red eléctrica.
En México, por ejemplo, el año pasado un hospital se inundó a causa del desborde de un río provocado por las fuertes lluvias y esto detuvo el suministro eléctrico en el establecimiento. Como consecuencia, fallecieron 17 personas que estaban conectadas a ventiladores. Como este caso trágico hay muchos más y cada vez serán más frecuentes. Es decir que la infraestructura misma del sistema de salud está en riesgo y es altamente vulnerable a distintos impactos, dependiendo de dónde se encuentre. Estos impactos pueden ser de corto plazo, como tormentas o incendios forestales. O también, de largo plazo: tal es el caso del aumento del nivel del mar para aquellos establecimientos que se encuentran cerca de la costa.
-En “Salud sin daño” creemos que las y los profesionales de la salud juegan un papel clave. Son considerados una fuente confiable de información. De hecho, se encuentran entre las profesiones a las cuales las personas otorgan mayor confianza. Eso los coloca en una posición privilegiada para prestar su voz en favor del movimiento global por la justicia ambiental y por la acción climática. Sabemos por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) que tenemos muy poco tiempo para lograr un cambio radical en la manera en la que opera la economía mundial.
Es necesario reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2030 y alcanzar cero emisiones para 2050. Estos cambios van a entrar en conflicto con algunos grandes intereses económicos. Especialmente, de las empresas vinculadas con los combustibles fósiles y otras industrias extractivas o altamente contaminantes.
No será fácil para los gobiernos del sur global hacer frente a estos grandes intereses. Por eso, se requiere una gran movilización social, una enorme demanda de parte de la ciudadanía. Y para ello necesitamos que las personas tomen conciencia de la gravedad del cambio climático y de la necesidad de actuar ya. No hay un tema más cercano que les permita ver el cambio climático como un problema del presente que hacer evidente su impacto en la salud.
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